Miserere
Desafortunadamente, la partitura de dicha pieza era celosamente guardada por la Iglesia y sobre ella pesaba la prohibición de copiarla o reproducirla fuera del Vaticano, bajo pena de excomunión. Tanto padre como hijo quedaron absolutamente maravillados por la belleza de lo que habían presenciado.
Una vez hubo terminado el concierto, y hallándose ambos padre e hijo en una posada cercana, manifestó el padre la tristeza del hecho de no poder reproducir dicha obra fuera de las puertas del Vaticano, a lo que el hijo respondió mirando a su padre:
- Padre, no tienes de qué preocuparte. Toma.
Y entregó al padre una partitura completa de la pieza sin ningún error a excepción de cuatro notas de entre toda la creación. El hijo la había estado transcribiendo a oído allí mismo, en la taberna. Gracias a eso, la partitura dejó de ser secreta y Allegri alcanzó cierta posteridad que de otra forma se le hubiese negado.
Los instrumentos de control pasan. Envejecen y se extinguen para dar paso a otros.
El arte sin embargo, perdura.
P.D. Se me olvidaba escribir el nombre del hijo: Un tal Wolfgang Amadeus Mozart.